Novelas de Muse

Queridas y queridos:

Siento en el alma haberlos tenido tanto tiempo olvidados, la razón es que he tenido muchísimo trabajo y ya no llego a casa hasta tarde por la noche. Lo más fuerte de  mi trabajo es durante el mes de mayo, ya que tengo muchos pacientes y entregas de informes. En julio retorno con la historia. Sé que son fieles y esperaran. Los adoro y gracias por la comprensión.

Besos y abrazos
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No fue hasta el término de mi turno, cuando Marco pasó por mi, que dejé de debatir entre devolver o no, las pastillas a donde pertenecían. Mientras el terapeuta caminaba a mi lado hablándome sobre su día, yo pensaba en dos cosas. La primera era Christian y sus hermosos ojos verdes. La segunda era si debía ir esta noche al bunker o dejar de lado un poco mi sobreexposición.

—¿qué dices? —preguntó Marco.

—¿sobre qué?

—sobre tomar un café aquí en la cafetería de JJ—explicó—pensaba en invitarte a la cafetería de la esquina, pero mi siguiente turno empieza en sólo media hora.

—Ah—dije sin emoción—aquí está bien, descuida.

Por un lado estaba bien tomar un café con Marco ahí, eso significaba que el tiempo juntos sería escaso y por otro lado, sentía que si no me largaba en ese mismo instante de JJ, terminaría siendo atrapada y encerrada por hurto de psicotrópicos.

—Y dime Clo—preguntó luego de que nos sentamos y ordenamos nuestros cafés—¿te está tratando bien este lugar?

Le sonreí ante su detalle de preocupación y es que así era Marco, siempre atento. Pero siempre era con segundas intenciones. Lo conocía prácticamente desde toda la vida y al ser terapeuta no le costaba ni en lo más mínimo utilizar sus armas de persuasión con las personas.

Y desde que yo había entrado a trabajar en JJ, Marco se deshacía en preocupaciones por mí. Todo era culpa de mi padre, él había sido quién le pidió a Marco tenerme vigilada “por si yo necesitaba algo” y al parecer él estaba confundiendo las cosas. Yo sabía perfectamente por qué Marco se hacía el atento conmigo y eso era porque yo era una de las herederas de JJ.

—Bastante bien, es como mi hogar—dije echando por la borda su plan de guardián de la bahía.

—lo dices ahora que ha sido un lugar casi parecido al cielo—lanzó—esto se vuelve un caos y todo el mundo necesita de mi para calmarlos.

—¿ah, si? —traté de ponerle impresión a mi tono, pero creo que salió falso.

—Sí, es por eso que estoy haciendo turnos dobles—esperó por alguna señal de mi parte—JJ estará bajo estrés.

Lo miré fijamente tomando algo de café. Estaba “impresionada” por su amor al trabajo y a él mismo. Entonces le pregunté para no ser descortés. Él estaba pagando por mi café.

—¿por qué lo dices?

—Este viernes llegan cuatro pacientes nuevos a JJ—sus ojos se iluminaron cuando se sintió el centro de la atención—llegan al pabellón 54. Al parecer son realmente peligrosos y necesitamos estar en orden para cuando lleguen. Será de locos ¿me entiendes? De locos.

Su sentido del humor era tan pobre como su insipiente barba.

—¿y? —pregunté, porque la verdad es que no entendía donde calzaba yo en todo eso.

— Te lo digo por si ellos se salen de control —se mostró nervioso—ya sabes… corren por tu pabellón y realmente entras en pánico. Ya sabes que puedes contar conmigo.

Ok, eso no iba a suceder.

Lo miré con una cara de profunda confusión y hasta creo que estaba haciendo una mueca de asco, pero mi padre vestido de blanco, entrando por la cafetería se llevó lejos la conversación que acababa de tener con el terapeuta ahí presente.

Mi padre era simpatizante de Marco, lo veía como su futuro yerno y el hombre que me haría feliz junto a una buena estabilidad económica. Insistía e insistía en que me fijara en Marco, en que fuera más amable con él y que lo invitara a salir con mis amigos. Antes le besaría el trasero a un papión que salir con Marco.

Lo saludé con la mano y caminó hacia nosotros sonriente.

—Hola cariño—dijo dándome un beso en la mejilla—¿qué tal Marco?

Ese palmoteó en la espalda que le dio mi padre al terapeuta me pareció demasiado intimo. Bufé.

—¿estás de descaso? —Le preguntó mi padre—disfrútalo mientras puedas, este fin de semana será…

—un caos—completé, ya algo harta de la atención que le daba mi padre a ese tipo—quizás podrías traerle algo para comer a Marco esos días.

—Oh, Clo, ahora que lo mencionas—dijo mi padre sonriéndome, él sabía que Marco no era de mi agrado—podrías ir a cenar este jueves, Marco. A Elie le encantará tenerte en nuestra casa.

—¡¿qué?! No...

¡Mierda!

—¿mamá no tiene turno esa noche? —pregunté ya que mi tono alterado les llamó la atención.

—No, no que yo sepa—mi padre mi miró feo—te esperamos, Marco. Mi casa es tu casa.

—Gracias señor Lefevre—dijo él patéticamente.

—sólo llámame Fernard.

Bang bang de Nancy Sinatra sonó en mi bolso y le agradecí a Adi por ser tan buena amiga. Me disculpe con mi padre y Marco para levantarme e irme rumbo al pasillo.

—Las tengo—contesté mi teléfono diciendo antes de que ella preguntara—y te las daré esta noche cuando pases por mi.

—cambio y fuera—sonó del otro lado.

Antes de irme a casa decidí pasar por el despacho de mi abuelo, me pesaría la conciencia más tarde si no lo hacía. Golpeé la puerta avisando de paso que era yo quién estaba detrás, él inmediatamente me hizo pasar.

Estaba estudiando unas fichas médicas con mucha concentración y no me era de extrañar que estuviera así desde muy temprano. A sus ochenta y siete años llevaba el hospital de maravillas, claro que eso no quitaba el hecho de que el dinero para su mantención no era lo mismo que hace algunos años.

—Sólo paso a saludarte abue—dije dándole un beso en la mejilla fría—no quiero interrumpirte.

—Jamás interrumpes, pajarito—me dio una sonrisa—¿ya te vas a casa?

—sí, quiero ir a casa a dormir un poco—bostecé—no he dormido bien últimamente.

—Estarás enamorada—adivinó.

La frase me llegó como balde de agua fría, no me esperaba nada sentimental en relación con mi extraño insomnio.

—espero que no sea de ese chico presumido, pajarito—advirtió—te cortaría las alas.

Soplé hasta que mi flequillo se elevó, disgustado ante el recuerdo de Marco.

—¡oh, no! —Exageré—no estoy enamorada y si lo estuviera no sería de él.

Porque para estar enamorada se necesitan dos ¿cierto?

—entonces estas estresada, pajarito—opinó—debe ser eso. Pequeña si no te agrada trabajar aquí, sólo dímelo y te daré dinero cuando lo necesites, sin que tu padre se entere.

—Gracias abue, pero no—rechacé la suculenta oferta—sé que el dinero está escaso por estos días y que el gobierno sustenta esto en una gran parte. Además mi padre me volvería loca si me ve vagando por los rincones del valle.

—sí…—suspiró—antes la gente con dinero dejaba sus problemas aquí, ahora se hacen cargo de ellos y nosotros sólo somos transitorios. En fin, pajarito, ve y descansa.

Le di un beso en la frente susurrándole que él también debería descansar y me fui rumbo a mi bicicleta. Realmente necesitaba dormir, estaba tensa, mis músculos estaban rígidos por el temor de ser pillada llevando medicamentos del hospital.

Cuando llegué a casa, mi abuela estaba dormida en el sofá y Bastian miraba el refrigerador analizando que, de lo poco que quedaba, podía zamparse.

—¿Qué hay? —le pregunté.

—Mmm…algo de lechuga y un poco de queso—me miró fijamente—pediré pizza, creo que sólo tengo para la mitad. ¿Podrías poner la otra?

—¿podrías trabajar? —pregunté sacando dinero de mi billetera—iré a dormir. Cuando estés comiendo pizza, recuerda que la mitad es mía.

—eres la mejor hermana que alguien puede tener.

Caí rendida sobre mi cama y creo haberme dormido antes de concentrarme en hacerlo. Lo último que pensé fue en Christian y sus hombros tonificados. Sus manos grandes agarrándome por la cintura para posar suavemente sus labios en los míos.

Sólo abrí mis ojos cuando Bastian entró de manera violenta a mi habitación y gritó que la cena estaba lista. Odiaba cuando de buen humor para meterse conmigo, le lancé una almohada, pero fue más rápido que mi somnolienta fuerza.

Papá aún no llegaba del hospital y el abuelo decidió comer su cena junto a la abuela en la habitación. Mi madre me dio un rápido saludo antes de tomar su bolso y salir por la puerta, ella tenía turno esa noche, por lo tanto la cena sería sólo entre mi hermano y yo. Bastian llevó su plato a su habitación y a mi no me quedó más remedio que comer sola frente a la televisión.

Para cuando terminé de cenar, el auto de Adi ya tocaba la bocina fuera. Rápidamente me arreglé el cabello, miré mi atuendo y cogí las pastillas de mi bolso, ocultándolas en el bolsillo trasero de mis jeans.

—Aquí están—se las lancé a Adi cuando me senté en el asiento del copiloto—espero sirvan.

Ella las revisó sacándolas de la caja. Se veía muy bella con el reflejo del sol ocultándose, le daba un tono sepia a su piel crema. Su cabello estaba peinado en una trenza que a mi parecer se había hecho la noche anterior y llevaba poco maquillaje.

—sí, están bien—asintió—vamos a ser millonaria Clo, tendremos el mundo a nuestros pies y seremos más famosas que Britney Spears rapándose.

—No seas ridícula—me reí—me conformo con tener a Christian.

—eso es lo que amo de ti, tu proyección—ironizó—tus ansias de surgir.

—hoy vi a Marco—cambié el tema para no sur blanco de sus burlas. Sabía cuanto le gustaba y se le olvidaría inmediatamente mi futuro—tomamos un café.

—¡oh, Dios! —Se emocionó—¿se veía caliente?...¡¿qué digo?! Él siempre se ve caliente. ¿Sigue soltero?. ¡Oh, esos ojos pardos y ese poco vello facial! ¡Me matan!

—Papá lo invitó a cenar este jueves por la noche, estás cordialmente invitada también—le giñé un ojo—me serás útil. Podrías acercarte a él esa noche y mostrarle lo maravillosa que eres con el trafico de drogas.

Ella se echó a reír y puso el auto en marcha.

—¡Clo! —Exclamó—tu sabes que Marco muere por ti.

—y yo me muero antes de tener algo que ver con él.

—sí—asintió—es molesto como un grano en el trasero, pero podría darte el mundo.

—Adi, el mundo es demasiada responsabilidad.

Llegamos al bunker y morí del impacto. Christian estaba ahí sentado junto a su grupo de amigos, bebiendo una cerveza y conversando sólo con chicos. Mi corazón reaccionó de inmediato, mis latidos eran una radar que me indicaban que el tesoro estaba justo frente a mis ojos.

—lo haré por ti—dijo Adi—pero no me gusta en lo absoluto.

—¿el qué?

—atraer a Christian hacia ti.

Antes de que yo pudiera realmente entender que era lo que Adi había dicho, ella ya se estaba acercando a algunos chicos. Me bajé y caminé nerviosa hasta un grupo de chicas menores, aun estaban en la escuela y me quedé conversando con ellas sin despegarle ojo a mi amiga.

Ella se paseaba de un grupo a otro hablando con la gente precisa, le daba una pastilla y recibía el dinero a cambio. Las manos me sudaban a medida que veía una pastilla tras otra siendo entregada.

Cuando realmente entré en pánico fue una hora y tres cervezas más tarde. Vi a Christian alejarse sigiloso de su grupo, actuando con una distracción digna de un Oscar. Se acercó a paso lento y relajado a mi amiga para comenzarle a hablar.

Me quedé inmóvil viendo como su belleza iluminaba los árboles y mi respiración se sentía ligera con tan sólo verlo ahí a metros de mi cuerpo.

Él le habló a Adi, ella lo escuchó y luego negó con su cabeza. Él le hizo un amago de asentimiento y Adi hizo lo peor que pudo haber hecho porque Christian me vio, me miró y centró sus ojos en los míos. Adi, me señaló.

¿Qué había sido todo eso?

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Suspiré cayendo sobre mi cama.

—así que Christian te honró con su visita ¿eh? —preguntó Adele tirándose a mi lado.

—no, no a mi—expliqué—a su padre. Bien sabes que ni siquiera me conoce.

—¿se veía caliente? —preguntó ella en un susurro.

—Pensé que él te producía urticaria—me reí.

—No, tú en sus pantalones me produce urticaria—aclaró—y es obvio que el chico enciende mis motores.

— ¡Adele!

— ¿Qué? —Me miró incrédula—mi mejor amiga serás, pero no puedo negarte que él está hecho para pensamientos obscenos.

Adi. Ella era exactamente la amiga que tus padres jamás te dejarían tener, si es que la conocieran de verdad. En el fondo, bien en el fondo, ella era una muy buena persona.

Tenía sus malas costumbres como todo el mundo, pero no era algo intolerable. Bebía a destajo muchas veces, fumaba yerba con la excusa de ser ecológica y su definición para la moda era todo lo que ya no estaba en las vitrinas.

Con sus bellos ojos azules y su hermosa cabellera dorada, manejaba a las personas a su antojo. Para ella era tan simple como poner una sonrisa en sus labios y asentir como si estuviera amaestrada.

—¿Puedes creer esta falta de creatividad? —me preguntó mirando la televisión.

Era una película romántica, de esas que veo a escondidas por la noche. No entendía de que trataba, pero de seguro era un cliché más.

—¡el chico acaba de matarse por amor! —Explicó alterada moviendo sus manos—ya nadie muere por amor ¡Jesucristo, Romeo y Julieta se revuelcan en sus tumbas!

Cliché.

—quizás si amas a alguien tanto como para que tu vida no tenga sentido si él no está—opiné—es entendible.

—¿morirías por amor? —sonó a burla.

Me encogí de hombros dejándola con la duda. Y sí, yo era una romántica melancólica de mierda, sensible hasta mi última terminación nerviosa. Y sí, creía en príncipes montados en caballos blancos, aunque en un auto ultimo modelo, no me molestaría.

La voz de mi madre llamando desde abajo me salvó de ser motivo de risa para Adi. Nos movimos rápido, antes de que la cena se enfriara y mi madre se molestara por no hacerle caso.

—¿estas teniendo problemas para dormir? —preguntó Adi cuando recogió la caja que yo había lanzado al suelo la noche anterior Mi padre las toma.

—un poco—acepté—tengo problemas para quedarme dormida, no para dormir.

—¿le estas mostrando el escote al papá de Christian para que te suelte estas? —preguntó pegándome un codazo.

—no, yo…sólo…yo—los ojos de Adi esperaban ansiosos—yo sólo las tomé, ¿de acuerdo? No le digas a nadie.

—¿tu qué? —ella no podía creerlo—¿los tomaste de JJ?

Asentí quitándole la caja.

—Estoy sin palabras—dijo—¿nadie te vio?

—no, estoy a cargo de los medicamentos—dije sin pensar—nadie se extrañaría si sostengo una caja.

—y ahora que necesitamos dinero—pensó—creo poder hacer un buen negocio contigo.

—¡oh, no! —me negué a lo que estaba pensando, porque lo sabía— no, no, no y no. No sacaré pastillas para que te drogues, bastante tienes con la yerba que le sacas a tu hermana.

—no es eso, Clo—dijo bajándome el tono con su mano—piensa. Podemos venderlas.

—¡¿te refieres a tráfico?! —Pregunté asombrada— ¡¿quieres que venda pastillas como un traficante?!

—no es necesario que tu las vendas—ofreció—yo puedo hacerlo por ti, tu sólo debes darme la mercadería.

—creo que te hace falta comer algo—espeté dando vuelta al pomo de la puerta—vamos a cenar y no quiero volver a escucharte hablar sobre este tema.

—adiós gran suma de dinero—susurró antes de que bajáramos.

******************

Más tarde esa noche nos dirigimos al bunker. Ese era nuestro punto de encuentro la mayoría de las noches de verano. Para llegar debías atravesar un camino de tierra que cruzaba por la mitad de un bosque. Era oscuro y silencioso, apto para sexo, drogas y alcohol.

Con la locura que causó la llegada del año dos mil, un excéntrico millonario construyó un bunker en la cima de un monte. La razón para despilfarrar esa importante suma de dinero fue un inminente ataque extraterrestre.

Recuerdo como estábamos todos asombrados cuando supimos la noticia y cada vez que llegaba un camión cargado con materiales, salíamos de nuestras casas a verlos pasar. Los seguíamos hasta que se perdían entre los árboles. El acceso estaba prohibido y el punto exacto del bunker era desconocido, hasta ahora.

El ataque extraterrestre jamás ocurrió y la vergüenza pudo más que el dinero. El excéntrico millonario se marchó sin aviso y la pequeña fortaleza terminó enterrada bajo la maleza.

—¿podemos conversarlo en algún momento? —preguntó Adi estacionando su Renault Floride del cincuenta y ocho.

La miré dando vuelta los ojos. No había nada que conversar, mi decisión estaba tomada y por el único motivo que tomé esas pastillas, fue porque no podía quedarme dormida.

Apreté mi chaqueta contra mi cuerpo, el viento estaba frío y en el cielo las estrellas brillaban armoniosas. Alrededor del bunker estaban los chicos tomando cerveza y fumando. Llegué hasta el grupo y rápidamente pusieron a trabajar mis manos con una cerveza y un cigarrillo.

—Pensé que ya no vendrían—dijo Etienne en forma de saludo—¿dónde esta Adi?

—Esta por allá—le indiqué—hoy tendrás suerte, está de buen ánimo.

La sonrisa de Etienne creció considerablemente antes de dejarme e irse a buscar a mi amiga. Hace ya un tiempo que ellos se estaban acostando, pero sin compromisos. Aunque ya todos sabíamos que estaban juntos, pero no juntos, de igual manera intentaban ocultarlo. El plan de Adi con Etienne era sacarle dinero y en el peor de los casos, quedarse con él para que la mantuviera de por vida.

Sí, era una puta.

Inevitablemente busqué a Christian entre la multitud. Él aparecía muy a menudo por el bunker, pero ya hace algunos días que no lo veía. No desde que Venus llegó a pasar las vacaciones con su prima Florine.

Vi a Adi coquetear con Etienne bajo la oscuridad de un árbol y recordé que Thierry estaba con su novia en algún lugar pasando una romántica velada. Por supuesto que yo estaba sola. Junto a los mismos rostros con los que crecí, conversando las mismas estupideces que hablábamos día tras día y bebiendo la misma cerveza tibia de cada noche.

Fumé.

Qué no daría yo por estar en los brazos de alguien esta noche, pensé, No. No alguien. Christian

—Podríamos calentar nuestros cuerpos, Clo —ofreció risueño Gustave.

—Cuando crezcas, cariño—respondí riendo.

Los demás rieron fuerte ante la negativa de dejarme querer por Gustave, un regordete chico con las mejillas rosadas por el sol.

Dejé de reír cuando vi la moto de Christian acercarse a nosotros, no había ninguna garrapata abrazada a su cintura. Más atrás venían sus amigos en el auto de uno de ellos. Se bajaron sosteniendo algunos sixpacks de cerveza y otro tipo de alcohol que no identifiqué.

Me quedé petrificada mientras lo miraba caminar con una elegancia gatuna hacia donde esta yo con los chicos. La garganta se me comenzó a cerrar y los músculos del cuerpo se me tensaron. Apreté fuerte la botella de cerveza mientras las distancias se acortaban.

Cuando pasó por mi lado me miró como a cualquier persona, sin darme la menor importancia.

—hey—saludé casual.

Antes de que me respondiera, si es que lo haría, una chica se le lanzó a los brazos y comenzó a devorárselo a besos. Era Lola, la hija del panadero. Algo rellena y sin gracia ni para recortar un prepicado. Y no era que yo me considerara una modelo de alta costura, es más soy delgada, tengo algo de panza y mis caderas son anchas. Pero ¿Lola? No a lugar.

Miré la escena algo desencantada. Estaba acostumbrada y estúpidamente continuaba esperando que “esta fuera la noche”

Adi dejó el besuqueo con Etienne y se acercó a mí.

—¿qué bebes? —preguntó.

—té—la verdad que la cerveza hervía a más de cien grados Celsius.

—¿tienes buena vista para tu tortura desde aquí o quizás quieras moverte un poco más cerca hasta que te llegue algo de sus salivas? —ironizó mirando a Christian con Lola.

Rodé los ojos.

—creo que es suficiente para mi por hoy—dije cerrando mis ojos—me iré a casa ¿puedes llevarme?

—acabamos de llegar, Clo—se quejó Adi—media hora y te juro que nos largamos.

Asentí a regañadientes.

Adi se movió nerviosa junto a mí, algo le preocupaba, algo estaba maquinando su cabeza y se moría por mencionarlo.

—¿sabes quién es un fiel consumidor de psicotrópicos? —preguntó en susurro.

—¡ Adi, pensé que estaba claro que yo…!

—Christian—soltó dejándome sola.

Y en una sola palabra, soltada en un dulce sonido, Adi me hizo pensar. Ella había disparado justo en mi talón de Aquiles. Mis decisiones cambiaban como los amantes de Adi y creo que por primera vez tenía la completa impresión de que estaba haciendo algo realmente estúpido.

A la mañana siguiente me dirigí hacia JJ con un propósito y además con un nudo en el estomago. Sentía que todo el mundo me miraba sabiendo lo que yo estaba a punto de hacer.

JJ estaba funcionando como cualquier día, los desayunos estaban siendo servidos y los pacientes estaban siendo llevados al baño para la higiene personal.

Tomé la planilla desde la recepción y corrí hasta mi punto de trabajo. Abrí la mampara y me escurrí dentro del cubículo. Mi corazón saltaba a mil por hora, estaba nerviosa casi entrando en pánico y esperaba que en alguno de estos estantes hubiera pastillas para bajarme la ansiedad.

Tomé mi primer impulso y aproveché el barullo de la mañana para no hacerme notar ante las cámaras. Me lancé hacía cualquier medicamente y lo tomé entre mis manos temblorosas.

—¡ Buenos días, Clo! —la voz de Marco me hizo saltar del susto y al medicamento también.

—¡diablos, Marco! —lo reté llevándome la mano al pecho—casi me matas

—buenos días para ti también, Marco—se saludó—¿haciendo travesuras?

Palidecí.

—relájate, Clo—sonrió haciendo notar su perfecta dentadura—es sólo una broma. Más tarde te pasaré a buscar por un café ¿está bien?

—no te cansas, Marco—sonreí—lo aceptó sólo para que dejes de molestar.

—Paso por ti al término de tu turno—dijo caminando por el pasillo.

Me di vuelta rápido para ver donde mierda estaban las pastillas que acababa de tomar. Me agaché y las tomé ocultándolas con la manga de mi cardigan.

Mis manos sudorosas estaban arruinando la envoltura y si no me arriesgaba ahora, las pastillas se derretirían en mis dedos.

Arrojé la caja en mi bolso con una angustia creciendo en mi interior.

Por Christian, pensé.

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Las pastillas no estaban funcionando.

Lo intenté innumerables veces, pero no podía pegar ojo. Las había tomado según lo que dijo una de las pacientes de doctor Doménico, pero no estaban funcionando para mi.

Tomé la caja que estaba encima de mi mueble, prendí la luz y leí las contraindicaciones, pero nada ahí parecía anticipar una perdida total del efecto.

Lancé la caja contra la pared con fuerza. ¿De qué me servía trabajar repartiendo psicotrópicos, sino no les podía sacar provecho?

Ya podía ver como mi habitación comenzaba a aclararse con los primeros rayos de sol. También podía sentir a mi padre alistándose para irse al hospital y a mi madre hablándole sobre la cena de esta noche.

Me cobijé más aún en las mantas de mi cama y me resigné a ver como amanecía. Las imágenes de la fiesta de anoche no tardaron en llegar.

Recordé a Adele bailando sobre la mesa dejando unos buenos rayones sobre la cubierta. Recordé reírme tanto hasta que la cerveza salió por mi nariz y Thierry intentando limpiarme con la manga de una chaqueta.

También recordé ver a Cassandre ronroneando en la oreja de uno de los chicos del equipo de futbol y como él se había metido en el baño con sus manos puestas en el trasero de ella.

Sonreí al admirar la completa confianza de Cassandre en si misma, era increíble como ella podía llegar a ligar con alguien en este pequeño valle, donde absolutamente todo el mundo se conocía.

Mi sonrisa se convirtió en una mascara de tristeza cuando recordé a Christian. A Christian y a la puta de turno, Venus.

Creo haber estado casi segura de que él mantuvo sus hermosos ojos verdes en mi rostro por casi medio segundo. En ese momento sentí como mi euforia subía haciendo hervir mis venas y me creí capaz de hacer cualquier cosa por él, hasta que él besó a la puta, Venus.

¿Era toda la vida muy poco tiempo para estar enamorada de él?

Mis ojos pesaron cuando los recuerdos de la fiesta se volvían confusos gracias al alcohol en mi torrente sanguíneo y lo próximo que supe fue que estaba dormida como un lirón.

—Clo, cariño—susurró mi madre moviendo mi brazo—¿pretendes dormir todo el día?

Abrí mis ojos sorprendida por el tono de mi madre. La vi con su usual delantal de enfermera y me di cuenta de lo tarde que era.

—¿ya es hora? —pregunté asustada—¿ya te vas a trabajar?

—No. Tuvimos una emergencia en JJ—dijo sonando cansada—me llamaron esta mañana luego de que tu padre se fuera y acabo de regresar para darme una ducha.

—¿está todo bien allá?¿debes volver?

—Si, debo volver. Realmente todo estaba hecho un desastre, cariño—acarició su frente cerrando sus ojos—uno de los chicos del pabellón 54 intentó atacar a un guardia con un bolígrafo ¿sabes cuán peligroso es eso?

—Podría sacarle un ojo si lo utilizara en la posición correcta—dije recordando a mi amigo Thierry. Él me enseñaba cosas maravillosas.

—¡exacto! —exclamó mi madre—ahora está sedado, pero estuvo difícil. ¿Ahora entiendes por qué es complicado para mí tenerte ahí?

—¡Vamos, mamá! —me quejé—sólo entrego medicamentos a los encargados, no es como si me pusiera a pelear cuerpo a cuerpo con cada paciente.

—lo sé, pero me preocupa—explicó—ese lugar es…es…bueno

Luego mamá puso esa cara de tener que pedirme un favor.

—¿Qué es? —le pregunté.

—me preguntaba si podrías hacer el turno de Corine en JJ—pidió—sé que es tu día libre, cariño. Su bebé ha enfermado y me pidió que te preguntase.

La verdad es que no quería. Tenía planeado un hermoso día viendo televisión o quizás ir a ver a Adele, pero mi buena voluntad podía más.

—Lo haré—dije dándole una sonrisa.

—Gracias, cariño—dijo dándome un dulce beso en la frente—antes que lo olvide. Thierry estuvo hace unos minutos aquí y me dijo que estarían en el parque por si te quieres pasar o algo.

Tenía tiempo antes de ir a JJ.

El hospital psiquiátrico St. Jean Jecques o JJ, fue fundado por mi tatarabuelo, Hervé Lefevre. Según cuenta mi padre y la leyenda que está escrita sobre una placa metálica a las afueras del valle, mi tatarabuelo era un exitoso psicólogo en su época. Sus ansias de sanar a las personas lo llevaron a crear una pequeña casa de madera en un inmenso valle desierto.

En aquellos tiempos pensar que alguien tenía algún cable pelado en su cabeza, era sinónimo de tener al demonio dentro. La pequeña casa de mi tatarabuelo pasó de ser un lugar de catarsis comunal a un asilo para aquellas personas que no eran muy queridas en sus familias.

La paga eran realmente buena por mantener a los endemoniados encerrados y Hervé se proyectó. Comenzó a construir lo que ahora es JJ y así se hizo uno de los terapeutas más reconocidos de estos lados.

La gran mayoría de la población de Valle Hervé está compuesta por trabajadores del hospital. Tenemos un mercado, una escuela, un pequeño centro donde puedes encontrar lo suficiente para vivir y mucho, pero mucho prado.

Este pequeño valle es subsidiado en gran parte por el gobierno y por las familias adineradas que dejan abandonados a sus problemas aquí. Estamos tan alejados de la realidad que hasta somos vistos como bichos raros y creo que desafortunadamente lo somos.

Ahora bien, llevaba poco más de un mes trabajando en JJ, en donde mis padres también cumplían sus funciones.

Y no fue sino mi padre quien me inició en el negocio, mi madre se opuso tajantemente y yo jamás dije nada, sólo lo tomé. Quizás sentía un poco de vergüenza al darme cuenta que llevaba ya un tiempo sin hacer nada de mi vida.

Desde que salí de la escuela y no obtuve el puntaje necesario para entrar a la universidad, no hubo más remedio para mí que no hacer nada. Y ahora estaba exactamente en ese mismo punto. No sabía que haría de mi vida, no sabía si saldría del valle a buscar un destino o si forjaría mi camino en JJ. Ni siquiera sabía que era lo que quería.

Lo único que ocupaba mi mente era montar una tienda de ropa vintage junto a mi amiga Adele, pero para eso necesitábamos bastante capital.

Y bueno, en JJ las cosas no eran difíciles. Al comenzar mi turno, me entregaban la planilla con la cantidad de vasitos con medicina que tenía que formar. Eso era. Nada grande.

Luego me sentaba en una pequeña habitación con una puerta y una ventana para entregar los vasitos. ¿Qué tan malo podría ser vivir de eso?

Mi madre desempeñaba la misma labor que yo, más otras cosas de enfermera, pero en el área 54. El área 54 estaba estrictamente prohibida para mi, ahí era donde se encontraban los enfermos peligrosos y por lo general eran personas con antecedentes penales, pero dada su condición mental eran inimputables.

A pesar de estar cerca de otoño, el día estaba caluroso. Las vacaciones ya se estaban despidiendo y tenía un severo nudo en el estomago de tan sólo pensar en mi mejor amigo, Thierry.

Thierry estuvo casi dos años fuera de mi radar y todo era culpa de la maldita universidad. Thierry se especializó en terapias alternativas y por estos días la carta que decía si podría o no hacer las practicas en el hospital, llegaría.

Tenía miedo de separarme de él nuevamente. Él y Adele eran mi vida completa.

—¿podrías pasar por la pastelería y traerme un de esos rollos de canela cuando vuelvas a casa? —preguntó Bastian, mi hermano.

Lo miré con mala cara. Era tan perezoso que me enervaba.

—Bastian, has estado todo el verano con tu culo en ese sillón—me quejé—moverte sólo un poco no te provocará un ataque cerebral ¿sabias?

—Sólo preguntaba—dijo levantando sus manos.

Bufé. ¡Dios cómo quería que la escuela comenzara y se lo llevara lejos!

Me miré en el espejo antes de salir y alisé mi vestido verde con flores. Tomé mi bolso y el delantal blanco, ese que me daba el rango de “alguien” en el hospital. Pero a quién engañaba, yo no era nadie. Y si no había intoxicado a nadie aún, era simplemente un milagro.

Salí tapando mis ojos de los rayos del sol que apuntaban violentos sobre mí y de reojo vi a mis abuelos sentados en el columpio del pórtico. Estaban tomados de las manos.

—Cuando yo tenía tu edad…..—comenzó la abuela.

—Apuesto que tenías diecinueve—bromeé.

—Pequeña insolente—murmuró ella.

—No seas tan severa Joanie—mi abuelo le sonrió—después te preguntas por qué los chicos no pasan el tiempo con nosotros.

Mi abuela se lo pensó mejor y me dio una leve sonrisa. Antes éramos cercanas, ella decía que yo era exactamente su reflejo en la juventud y temía que yo cometiera los mismos errores. Pero quedar embarazada a los quince es algo totalmente imposible a estas alturas.

Y ahora que su cabeza desvariaba algo más que antes, intentaba recordarme lo que había sido su vida “cuando ella tenía mi edad”

—Acércate—me pidió metiéndose la mano en el bolsillo de su vestido—quiero que veas esto.

Desde dentro sacó la misma fotografía ajada que tantas otras veces había sostenido. Era ella en su adolescencia. En sus brazos un bebé, mi padre.

Y ella no mentía, yo era su calco. Delgada y de mediana estatura, con su cabello rubio cobrizo hasta la cintura y unos ojos grises que intimidaban a la cámara, era innegable nuestro parecido. Sólo que mis ojos son bastante más dulces que los pétreos de ella.

—Arnold—dijo ella llamando a mi abuelo—¿no era yo una belleza?

—lo sigues siendo, cielo.

En el instante en que los tortolos se quedaron mirando, me escapé y tomé mi bicicleta para tomar camino hacia el parque. Puse mi delantal y mi bolso en la canasta delantera.

El viento tibio contra mi piel se sentía bastante bien para ir camino a trabajar en mi día libre. Casi llegando al parque vi a los amigos de Christian, mi pecho se apretó y mis músculos no respondían adecuadamente. Sólo cuando vi a Adele saludándome con la mano reaccioné.

—¡vamos, Clo! —se quejó—¿otra vez?

—No, no otra vez—dije suspirando—todavía.

Sabía que se refería a Christian y a mis incesables búsquedas por verlo, tan sólo verlo.

Thierry, a su lado, sólo negó con la cabeza. Sabía exactamente lo que él pensaba y no era nada bueno con respecto a Christian.

Y era cierto, Christian no tenía buena reputación. Quizás ser hijo de un prestigioso medico no le era suficiente y debía añadirle rebeldía a su vida. Tenía tatuajes, fumaba, bebía a destajo y su cabello estaba lleno de rastas, pero sus intensos ojos verdes no los cambiaba ni por la lotería.

Cada chica del Valle estaba enamorada de él y cada chica o la mayoría, se había acostado con él. Menos yo y Adele, pero si su hermana, Cassandre. Y era por lo que ella me había comentado que mis ganas de estar cerca de Christian no se esfumaban.

—¿volviste a aclarar tu cabello? —le pregunté a Adele notando su rubio platinado, liso hasta las caderas.

—más claro, más liso—afirmó—hay que ponerle estilo a este Valle de mierda.

—¿este no era tu día libre? —preguntó Thierry al mirar mi delantal.

—era, debo hacer un remplazo—me quejé—de hecho voy tarde, sólo me pasé por aquí para saber si la carta te llegó.

—Mmm nop—dijo Thierry—pero tengo mis serias conexiones con el universo para creer que llegará.

—Eso espero—le sonreí—¿nos vemos esta noche?

—Iré a tu casa luego de que salgas de JJ—dijo Adele—pero Thierry no podrá, tiene una misión sexual que cumplir.

Le levanté las cejas hasta que el color de sus mejillas ardió.

—Simone vuelve hoy de sus vacaciones—explicó Thierry.

—y un culo puede más que una amistad—se quejó Adele contra el noviazgo de Thierry.

Los dejé discutiendo sobre cual era la mejor elección, amor o amistad.

Con mi delantal impecable pasé por el mesón de atención. Laurie, la recepcionista no estaba, pero de igual manera retiré la planilla con los datos de las pastillas.

El hospital estaba tranquilo, es decir, estaban los constantes gritos y los golpes contra las puertas, pero más allá de eso no. Ni me habría imaginado que esta mañana este hospital había tenido a un loco desatado.

—Buenas tardes, Clo—el doctor Cliffet estaba asomado por mi ventanilla—¿qué haces aquí durante tu día libre?

—El bebé de Cornie enfermó—me encogí de hombros.

— Oh, lo siento tanto—dijo preocupado—espero que se recupere pronto. Clo, me preguntaba si tienes la lista de pastillas de la habitación doce, creo que hubo un…

—Papá—llamó una voz indiscutiblemente familiar.

Christian estaba parado a solo pasos del doctor Cliffet y yo con mi radar de chicos altamente calientes, no lo había visto venir. Mi corazón palpito frenético, como un imbécil y eso que él ni siquiera me había notado ahí.

Mi boca se secó y me inmovilicé.

—Christian—dijo el doctor poco emocionado de verlo—no deberías estar aquí.

—sólo serán cinco minutos de tu vida, viejo.

El doctor suspiró con pesadez y resignación.

—Esta bien—sacudió su cabeza—oh, Christian, esta es Clo. Clo, este es mi hijo.

—ho…hola—dije sintiéndome estúpida.

Christian alzó sus cejas una vez hacía mi sin mirarme a la cara. Entre más lo miraba más necesitaba de él. Era simplemente hermoso.

El doctor Cliffet caminó con Christian hacia su despacho mientras lo regañaba y a él no parecía impórtale, de seguro estaba acostumbrado.

— Siempre, siempre es la ultima vez, Christian—se quejó el doctor—siempre es la ultima vez para todo contigo…yo ya no puedo darte más dinero, debes comenzar a ganártelo ¡por el amor de Dios!

Y mientras los veía alejarse yo me preguntaba si alguna vez lograría conquistarlo.



Chicas este es mi nuevo proyecto!!! espero les guste y yo espero no defraudarlas. Recuerden que pueden descargar Rebelión y Expiación desde el menú. Gracias por todas sus bellas palabras.

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