
No fue hasta el término de mi turno, cuando Marco pasó por mi, que dejé de debatir entre devolver o no, las pastillas a donde pertenecían. Mientras el terapeuta caminaba a mi lado hablándome sobre su día, yo pensaba en dos cosas. La primera era Christian y sus hermosos ojos verdes. La segunda era si debía ir esta noche al bunker o dejar de lado un poco mi sobreexposición.